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La cansina tontería de C. S. Lewis

Es curioso que uno de mis libros favoritos de C. S. Lewis sea también uno de los más vilipendiados por J. R. R. Tolkien. Lo peculiar no es que Tolkien arremetiese contra la obra de su amigo (es conocida su agria reacción a El león, la bruja y el armario), ni que me guste un libro criticado desfavorablemente por Tolkien (de no ser así mi catálogo de lecturas placenteras sería muy magro), sino que —habida cuenta de mi admiración hacia Tolkien como filólogo— esto ocurra con un libro que criticó especialmente por su tratamiento de los detalles lingüísticos. Y aun así, considero que este es el libro más filológico de Lewis, incluso en el sentido literal de la palabra.

Studies in Words

El libro en cuestión es Studies in Words, publicado en 1960, cuando Lewis ya se había marchado de Oxford para ocupar la cátedra de Literatura Medieval y Renacentista en la Universidad de Cambridge. Se trata de un libro que explora la historia semántica de un puñado de palabras inglesas (junto a algunos de sus sinónimos y términos estrechamente relacionados), como nature, sad, wit, free, sense, simple, conscience, world, life y la expresión I dare say. Según explica el propio Lewis, el libro se basa en las notas de sus clases impartidas en Cambridge, derivadas de la tarea de traducir e interpretar los textos de autores antiguos —y no tan antiguos—; una tarea en la que es fácil cometer errores cuando las palabras solo se miran desde el prisma de su uso actual, o cuando se fía uno demasiado de lo que cuentan los lexicógrafos en los diccionarios.

La estructura del libro es sencilla. Comienza con un capítulo introductorio en el que Lewis presenta sus ideas generales sobre cómo se ramifican los significados de las palabras, más unas cuantas advertencias sobre los errores que se suelen cometer al interpretar los textos escritos por otras personas en otros tiempos (como cuando uno se encuentra con falsos amigos en otros idiomas). Los siguientes capítulos ilustran la historia y vericuetos de cada una de las palabras o expresiones que escogió Lewis. Cada uno de esos capítulos está dedicado a una palabra, y se puede leer de forma independiente de los demás, incluso escogiendo otro orden. Finalmente, el libro cierra con un último capítulo que contiene algunas reflexiones sobre el lenguaje y su uso en la literatura, derivando en algunas divagaciones sobre la crítica literaria (luego comento más sobre esto).

Tal como se plantea, podría parecer un libro reservado a filólogos o especialistas en literatura antigua, o al menos a aspirantes a serlo (Lewis lo califica como un libro pensado para los estudiantes). Pero no lo es, para nada. Está escrito de tal manera que en realidad no importan las constantes referencias a Shakespeare, Milton, Cicerón, Aristóteles y otras decenas de poetas, historiadores, filósofos y demás; da igual que no hayas leído ninguna de sus obras, porque basta el elocuente discurso de Lewis para comprender lo que él quería decir de ellos y de su uso de las palabras analizadas. Y es que en Studies in Words son ellas, las palabras, las verdaderas protagonistas, y no tal o cual autor.

El libro que avergonzó a su antiguo compañero…

No hay que sorprenderse mucho de que Tolkien respondiese con frialdad a una obra de Lewis con las pretensiones filológicas de Studies in Words, dada la actitud socarrona que este siempre había mostrado hacia los filólogos desde que ambos se conocieron. Lo cierto es que en este libro Lewis no dejó de lado aquella actitud, aunque la disimuló como simple desinterés. «No es un ensayo de lingüística avanzada», se apresuró a anticipar en el prefacio; y en la introducción comentó:

Me desvío de la filología inglesa clásica en tanto que no me preocupan los sonidos ni las derivaciones por sí mismas. Solo estoy interesado en, por ejemplo, las relaciones semánticas de, digamos, natura y nature; el hecho de que una se «derive» de la otra no importa para mi propósito. Es por eso que phusis y kind sirven tan bien de título como natura.

Tolkien se sintió personalmente agraviado por esa falta de consideración de su amigo hacia los detalles filológicos. Tal como comentó en una carta a su hijo Christopher (carta nº 224, de septiembre de 1960), en su momento Lewis le había consultado sobre la palabra griega φῠσις («naturaleza», transliterada por Lewis como phusis), a lo que él le respondió con un largo análisis sobre la semántica y la historia de esa palabra, remontándose a la raíz indoeuropea *bhū‑. Pero Lewis redujo toda aquella explicación al siguiente comentario, aderezado con sus propias aclaraciones —«intromisiones», según Tolkien— entre paréntesis:

Sus representaciones [de phusis], o lo que parecen ser sus representaciones en varias lenguas indogermánicas, sugieren dos ramas de significados: uno semejante a ‘habitar, vivir (en), residir, permanecer, estar’ (en un lugar o en una condición); el otro ‘crecer’ (transitivamente, como cuando uno cultiva o ‘hace crecer’ pepinos o una barba, e intransitivamente como cuando crecen las barbas y los pepinos).

Después de eso añadió tres páginas de ejemplos con discusiones filosóficas sobre el uso de la palabra phusis por parte de autores como Aristóteles, Sófocles, Empédocles o Parménides, a modo de sustantivo que se relaciona a la vez con el comienzo y con la completitud de las cosas, todo ello apuntillado con una afirmación que irritó particularmente a Tolkien: «Estamos inventando, explicando una dificultad, un uso para el que no tenemos signos de evidencia.»

«Sigue siendo, en el mejor y en el peor de los casos, un profesor “clásico” de Oxford a la hora de tratar las palabras», se quejó amargamente Tolkien. Con esto Tolkien no se refería a que Lewis fuese un profesor de estilo tradicional, sino a que era uno de esos especialistas en «los Grandes» —como se llamaba en Oxford a los filósofos clásicos de Grecia y Roma—, con la visión renacentista de que todo el saber parte del conocimiento de sus obras.

Pero Tolkien estaba siendo injusto, víctima de sus propios prejuicios: por una parte los prejuicios respecto a su amigo, del que en aquellos años se encontraba más alejado que nunca —tanto en millas como en lo más personal—, y también los prejuicios en contra de los autores clásicos, que se le atragantaron durante sus primeros años de estudiante en Oxford, y de los que escapó dedicándose a la filología inglesa.

Y es que si Lewis exhibía poco aprecio por las cuidadosas reconstrucciones fonéticas y etimológicas, que los filólogos se esforzaban en descubrir en la intricada historia de las palabras, en su airada crítica Tolkien también estaba mostrando una perspectiva limitada del libro que había escrito su antiguo compañero. «¡Ay! Su cansina tontería se está convirtiendo en un hábito fijo. Siento un profundo alivio al ver que no se me ha mencionado», dijo en su carta a Christopher; pero si hubiese entendido el propósito de Studies in Words, habría sabido de inmediato que no corría ningún riesgo de que su amigo hubiese hecho mención de él.

… pero estaba dirigido a avergonzar a los compañeros nuevos

De hecho hay pocas alusiones a autores modernos en Studies in Words, y cuando las hay suelen estar revestidas de la acidez que Lewis solía dirigir a sus enemigos. En particular, dos de las personalidades contemporáneas señaladas varias veces (en el capítulo introductorio y en el final) son el Dr. I. A. Richards y su discípulo, William Empson, conocidos por su papel protagonista en la corriente de la «nueva crítica» literaria nacida en Cambridge, y a la que Lewis se oponía visceralmente, como comenté en el artículo anterior a este.

Así, el capítulo final de Studies in Words introduce un satírico reconocimiento a ambos, agradeciéndoles lo mucho que llamaron la atención sobre la función emocional del lenguaje —un aspecto muy importante para Lewis, pero que Richards y Empson trataban de marginar a toda costa en sus teorías y análisis—; y también aprovecha para criticar las ideas de Richards sobre la «mala literatura», anticipando el argumento que desarrollaría al año siguiente en An Experiment in Criticism (publicado en español como La experiencia de leer).

Además, hay varias respuestas críticas a las propuestas que Empson hizo en The Structure of Complex Words. En aquel libro, publicado unos pocos años antes que el de Lewis, el antiguo alumno de Richards también discutía las distintas connotaciones y ambigüedades de distintas palabras inglesas en el contexto de la interpretación literaria, entre ellas algunas de las que Lewis recogería en Studies in Words, como wit, sense y algunas derivadas. La aproximación de Empson al estudio de las palabras, sin embargo, era completamente distinta a la de Lewis.

De hecho puede considerarse que Studies in Words fue un «libro respuesta» al de Empson, pero también de forma indirecta respondía a la obra de Richards The Meaning of Meaning, ampliamente citada y elogiada por Empson, que sentaba las bases teóricas empleadas por su discípulo en The Structure of Complex Words, sobre el análisis simbólico y psicológico de las metáforas y del lenguaje en general.

The Meaning of Meaning y The Structure of Complex Words vs. Studies in Words
Antiguas ediciones de los libros rivales: The Meaning of Meaning de I. A. Richards (1923) y The Structure of Complex Words de W. Empson (1951) vs. Studies in Words de C. S. Lewis (1960). Fuente: Iberlibro

Hay especialistas que interpretan que, más bien al contrario de lo que digo, en Studies in Words Lewis mostraba una clara sintonía con Empson y Richards, o que elogiaba los grandes logros de Empson en una escala comparable a la de los de Richards. Pero aunque este tema de la interpretación literaria es una materia complicada, siempre con muchos grises y matices, me atrevo a aventurar que esas son solo lecturas demasiado literales de las formas utilizadas por Lewis, que obvian el sarcasmo implícito en ellas. Y es que en sus modos C. S. Lewis era siempre todo un gentleman, pero su pluma era afilada y siempre dispuesta a la sátira. A veces llegaba al extremo del gamberrismo, como cuando en 1926 se confabuló con unos alumnos y colegas de Oxford para escribir una serie de poemas con la intención de parodiar el estilo de la poesía modernista, y resolvieron enviarlos en nombre de unos autores inventados (con sus biografías igualmente paródicas) a la revista The Criterion que editaba el poeta T. S. Eliot, a ver si «colaba». (Hay que decir que la broma no llegó a consumarse, aunque estuvo cerca.)

Volviendo al libro en cuestión: como en todo, hay colores para todos los gustos, y Studies in Words tuvo algunas críticas desfavorables, pero muchas más fueron elogiosas (cfr. C. S. Lewis: An Annotated Checklist of Writings about him and his Works, de Joe Christopher y Joan Ostling, pp. 303‒4). Y en lo que a comparaciones respecta, Lewis tuvo razones para sentirse satisfecho: varias revisiones como la del suplemento literario del Times calificaron la obra de Lewis de «más lúcida e históricamente consciente» que la de Empson, y una «refutación magistral» de sus planteamientos. Aún hoy, Studies in Words es un libro mejor valorado y más leído que The Structure of Complex Words, a juzgar por las cifras y puntuaciones de plataformas como Goodreads, LibraryThing o Amazon; en parte sin duda porque la obra de Empson resulta más bien abtrusa y difícil de leer.

Tolkien, en su posición de filólogo, fue doblemente una víctima pasiva de Richards, Empson y los críticos de Cambridge en general. Estos despreciaban sus ideas románticas sobre la «magia del lenguaje» y consideraban que los análisis históricos de las formas lingüísticas eran una carga inútil para el estudio del lenguaje; pero no se conoce que él nunca les diera la réplica. Podría ser que Tolkien no hubiese encontrado la forma adecuada o la oportunidad de hacerlo, o quizás consideró que no valía la pena. Pero desde esa distancia no supo valorar la defensa que Lewis intentaba hacer de su disciplina, o al menos eso es lo que nos muestra la primera reacción que mostró ante el libro de su antiguo colega. Quizás no comprendió esa lucha, o que en ella de poco valían sus detalladas indagaciones sobre las formas y etimologías de las palabras; que lo que hacía falta era sacar a relucir «los Grandes» y descender al barro de la interpretación literaria que Lewis dominaba.

Así, a pesar de la negligencia deliberada de Lewis por los detalles filológicos, es apropiado considerar lo que se dijo en la revisión publicada en la revista English Studies:

Ningún lector inteligente puede dejar de deleitarse en la lucidez y combatividad del texto del Prof. Lewis, y ninguno, ni siquiera entre los especialistas, puede dejar de aprender mucho de él.

Paul Christopher en English Studies 45 (1964).

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